Mar del Plata: la Biarritz de la aristocracia porteña

El 5 de octubre de 1878, Antonino Cambaceres fue designado presidente de la Comisión del Empréstito Nacional para Río Negro y el Riachuelo. Uno de los primeros préstamos que emitió la entidad fue en favor de Patricio Peralta Ramos, con la intención de promover el desarrollo del incipiente pueblo de Mar del Plata. La finalidad del ventajoso empréstito era acabar con los malones que azotaban los territorios al sur de la provincia a través del crecimiento poblacional, la construcción de un puerto internacional y diferentes obras que impulsarían a la naciente localidad costera.

Patricio Peralta Ramos - La Ilustración sudamericana
Patricio Peralta Ramos

El destino de esos fondos no terminaría siendo el proyectado en primera instancia, sino que culminaría con un fabuloso acumulamiento de tierras por parte de los Peralta Ramos. Sin embargo, don Patricio logró que se aprobara su petitorio y que el 10 de febrero de 1874 comenzara a existir la nueva localidad.

Uno de los principales propulsores de Mar del Plata era familiar de los Cambaceres. Pierre o Pedro Luro era un vascofrancés que se vino en 1837 a Buenos Aires, atraído por la prosperidad de los saladeros. Comenzó como peón, tal vez en el establecimiento de quien luego sería su pariente, y como ocurría con frecuencia con sus connacionales, se hizo de unos ahorros que le permitieron arrendar una estancia en Dolores y dar comienzo a una larga consecución de éxitos comerciales. Cuando en 1871 se clausuraron las plantas saladeriles de Buenos Aires, construyó su propio saladero en el Partido del Tuyú, a tres leguas de la costa atlántica, al que modestamente nombró San Pedro. Durante los siguientes veinte años llegaría a faenar más de 1 millón de vacunos y medio millar de lanares.

Pierre Luro

Luro llega a Mar del Plata en 1877, cuando le compra un saladero y una grasería a Juan Barreiro, que además le cede terrenos por una legua y un quinto que incluyen diferentes poblados. Su principal aporte a la ciudad sería la creación del puerto. Para esa época, don Pedro había casado con Jeanne Pradère y tenía catorce hijos. Uno de ellos, Rufino Francisco, contrajo matrimonio con Susana Eduarda Cambaceres, la hija menor de Antonino y Mariana Thwaites. De esa rama familiar surgirían los Luro Cambaceres.

 

temporada balneario de 1900

Por entonces, Mar del Plata era solo una pequeña aldea aristocrática; un paraje semidesértico, con un puñado de mansiones, algunas estancias, unos pocos hoteles y algo más de cinco mil habitantes. En 1886 llega el ferrocarril, y con él vienen los veraneantes de la clase alta porteña.  Para recibirlos, se construye en enero de 1888 el Bristol Hotel, que se ubicaba donde actualmente se encuentra la ahora desagradable manzana delimitada por la avenida Peralta Ramos, la peatonal San Martín y las calles Rivadavia y Entre Ríos. Los mozos eran todos de la misma estatura y vestían impecables smokings. El nivel gastronómico era impresionante, se servían los manjares de los principales artistas culinarios franceses y las instalaciones eran muy lujosas. Estaba iluminado completamente por luz eléctrica, tenía el comedor más grande de Latinoamérica y sus monumentales ambientes rebosaban de belleza, juventud, encumbradas figuras sociales, los más renombrados hombres de negocios, las viejas glorias del pasado y las resplandecientes esperanzas del mañana, como lo era la señorita Rufina Cambaceres, quien aferrada a su madre recorría los pabellones arrancando los suspiros y los comentarios de los caballeros que a su paso la veían deambular con solemnidad.

Hotel Bristol, galerías - Guía indicadora de balnearios, enero 1907

El Bristol era un auténtico instituto de modales donde se celebraban reñidos torneos de elegancia. Se imponía vestimenta diferente para mañana, tarde y noche. El menú del 8 de enero de 1888 era el siguiente: Melón-jamón crudo; Consomé doublé en tasse, Langostino Americano; Supreme de Chapón a la Bristol; Medaillón de bouef grillee; Pommes paille; Salade Quirinal; Biscuit Glasé Cinquentenaire; Café.

Hotel Bristol
Frente del Hotel Bristol.
Dardo Rocha
Dardo Rocha.

Uno de los principales impulsores de la localidad costera fue don Dardo Rocha, visitante regular de Mar del Plata, quien hizo llegar las vías del tren desde Maipú, uno de los factores determinantes para que en 1906 el paraje fuera declarada ciudad. Carlos Pellegrini fue uno de los más fervientes veraneantes de la Biarritz de la aristocracia porteña. La famosa rambla fue nombrada en homenaje al ex presidente, donde todo era diversión. Era un mundo aparte; nadie tenía preocupaciones. Hasta los más viejos se divertían como niños. Además del lamentable tiro a la paloma, había gente jugando al gallito ciego, otros que remontaban cometas, grupos variopintos de jóvenes que conversaban animadamente sobre las novedades sociales que llegaban desde Buenos Aires, músicos tocando instrumentos de cuerda, personas que se agrupaban en los pequeños puestos donde servían tragos y hasta había algunos que jugaban a la ruleta. Rufina estaba fascinada con el desfile de perros aristocráticos. Sus dueños salían a pasear con sus animales pura raza a mostrarlos como una ostentación más de sus riquezas. Por supuesto, la actividad predilecta de las mujeres era exhibirse y competir con sus pares. Era el paseo de las comparaciones. Había confiterías, puestos ambulantes, casas de fotografías, licorerías, joyerías y venta de flores, en donde los muchachos adquirían un modesto pero efectivo presente para entregarle a la candidata seleccionada.

Carlos Pellegrini y Carolina Lagos en la rambla de Mar del Plata
Carlos Pellegrini en la rambla, junto a su esposa Carolina Lagos, de espaldas al fotógrafo.

Todos los que allí circulaban se hospedaban en el Bristol. Más que un hotel de lujo, era una academia de distinción. La rambla Carlos Pellegrini era el campo donde se ponían en práctica los aprendizajes. Allí, todos se conocían. Solo se podía permanecer en ese espacio si uno pertenecía. Pero incluso en ese ámbito tan exclusivo había espacio para la competencia. Como siempre sucedía, un grupito minoritario pretendía diferenciarse; dividir, segregar. Estaba la crema batida, que eran los miembros más conspicuos de la sociedad, y estaba la crema sin batir, que eran los otros, los que no reunían méritos suficientes. A la hora del té, el salón se agrupaba entre los que pertenecían al barrio norte, y los del barrio sur, en donde se ubicaban Luisa y Rufina. Ellas habían heredado la chacra 401; unos terrenos que Eugenio había comprado en sociedad con su hermano Antonino y su gran amigo Carlitos Carranza. Se ubicaba en la zona que actualmente se conoce como Parque Camet, en la región noreste de Mar del Plata.

Recién a fines de la década de 1940 la ciudad perdió su corte artistocrático. En los años cincuenta se produjo el desarrollo exponencial de Mar del Plata, cuando se llenó de edificios y cobijó a la clase media, que vivía su momento de oro. La Biarritz de la costa se transformó en La Feliz, la principal locación turística del país. Por supuesto, los miembros de la clase alta huyeron despavoridos de la chusma hacia Punta del Este o diferentes balnearios del Atlántico sur. Sin embargo, muchas de las mansiones de la belle époque sobrevivieron al paso del tiempo y permanecen intactas. Las más famosas de ellas son el palacio Ortiz Basualdo, sobre la avenida Colón, y Villa Victoria, la residencia veraniega de Victoria Ocampo en el barrio Los Troncos.

 

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Gran tienda El Progreso

Deja un comentario