Federico Álvarez de Toledo: el hombre que lo vio todo

Federico Álvarez de Toledo, retrato de anciano ByN - Jorge Lenzi
Federico Álvarez de Toledo

Nació en Buenos Aires el 10 de mayo de 1826 y murió en la misma ciudad el 16 de agosto de 1923. Casi un siglo de vida. Fue testigo privilegiado de todos los acontecimientos fundamentales de la historia argentina. Entre sus primeros recuerdos están la asunción de Rosas al poder y el casamiento de su hermana mayor, Rufina Alais, con el francés Antoine Cambacérès. Tenía 8 cuando mataron a Facundo Quiroga. Era un púber cuando los franceses bloquearon el puerto. Vio nacer y morir a sus sobrinos Antonino y Eugenio Cambaceres. Fue contemporáneo, entre cientos de apellidos rutilantes, de José de San Martín. Vivió y padeció toda la época de Rosas. Apoyó y disfrutó del derrocamiento del Restaurador. Estuvo en la gala inaugural del Teatro Colón. Residió en la Buenos Aires separatista. La conoció aldea y la vio crecer hasta transformarse en metrópoli. No tenía cuarenta años, cuando el país se unificó. Fue partícipe de las presidencias históricas. Con sus ojos grabó en su memoria las terribles imágenes de la guerra contra Paraguay y la epidemia de fiebre amarilla. Gozó con la popularidad de su sobrino Eugenio. Estuvo el día de su nacimiento, y también cuando la tuberculosis se lo arrebató. Conoció desde adentro al Régimen Conservador, y sin promoverlo, aportó su propia sangre para derrocarlo. Ya era viejo cuando los radicales fueron gobierno. El 1 de junio de 1883 estuvo en París, en donde participó legalmente del registro civil de Eugenie Cambacérès. Ese día estampó su firma en el acta de nacimiento de su sobrina nieta, a quien pronto bautizarían con el nombre de su hermana Rufina. La vio nacer, desarrollarse y morir, cuando ya era un anciano, en una jornada que jamás olvidaría. La sobrevivió por más de dos décadas, y por supuesto, escuchó los relatos difamadores en el cementerio y los rumores malintencionados al oído en las reuniones sociales.

Federico Álvarez de Toledo fue hijo de Luciano Álvarez de Toledo y Eugenia Bedoya. Ambos eran viudos cuando se conocieron. Su padre había casado en primeras nupcias con Gabriela González de Rivadavia, hermana del ex presidente Bernardino. Eugenia quedó viuda del francés Pierre Alais en 1824. Tuvo con él cinco hijos, que a la postre serían medio hermanos de Federico. Ellos fueron: Domingo (1806), Pedro Regalado (1809), Romualdo (1811-1891), Rufina (1814-1878) y Manuel Pedro (1818-1885). Tuvo un hermano directo: Ramón (1822-1902).

Federico pertenecía a una antigua familia cuyo origen se remontaba al imperio bizantino. Sus primeros antepasados en América habían ocupado importantes cargos en la época del Virreinato del Río de la Plata.

El primer lugar donde vivió fue una enorme casa colonial en la Buenos Aires donde residían casi todos los mismos que vivían durante la Revolución de Mayo. Cuando el pequeño Federico comenzó a recolectar memorias, gobernaba un supuesto dictador. Al menos eso escuchaba todo los días. Sus familiares y vecinos hablaban de un pasado para él desconocido, pero muy cercano en el tiempo, donde las principales figuras eran Dorrego, Lavalle, Rivadavia, Rosas, Rodríguez, y donde sonaban con insistencia los nombres de los próceres de la libertad: San Martín, Belgrano, la Primera Junta y los héroes de la Guerra de la Independencia. Para el niño Federico, España representaba aún el enemigo.

Su padre Luciano no se llamaba Luciano ni era argentino. Su verdadera identidad era Joaquín José María Bruno, pero como nació el día de Santa Lucía, lo llamaban Luciano. Era uruguayo. Había estudiado en España con José de San Martín en la Academia Militar y en contra de los deseos de su padre compostelano (José Armando Álvarez de Toledo), luchó por la independencia en el regimiento de Blandengues, donde fue teniente coronel. De acuerdo a la transmisión oral familiar, entre sus antepasados se encontraba la decimotercera duquesa de Alba (María Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo), quien luego de enviudar de su primer esposo se convirtió en una de las más controvertidas mujeres de su tiempo. Era hermosa, sensual y muy liberal. Fue la principal benefactora de Goya, con quien se decía que mantuvo un ardiente romance. El propio artista la retrató, para luego pasar a la posteridad como La maja desnuda.

Siendo muy chico, Federico se fue a vivir a Perú 35 con su hermana Rufina y el marido, dueño de los principales saladeros de Buenos Aires. Fue una especie de hermano mayor para Antonino Ciriaco y para Leocadia, los primeros dos hijos del matrimonio Cambaceres, y algo así como un tío compinche con su otro sobrino, Eugenio, a quien le llevaba casi diecisiete años de diferencia. Antoine Cambacérès, más que cuñado, casi un padre, lo vinculó a la comunidad francesa. Por aquel tiempo, el joven Álvarez de Toledo disfrutaba de la soltería, sin demasiado interés por la actividad laboriosa. No pensaba en asumir compromisos maritales ni funciones de estanciero, como le recomendaba don Antonine, el esposo de su hermana. Pasó gran parte de su juventud en Francia, haciendo estudios y adquiriendo roce internacional. Su formación lo convirtió en un adorador de la cultura europea, del progreso y la civilización. Anhelaba esa idiosincrasia para su país, y se declaró unitario a ultranza. Tenía poco más de 20, cuando casi lo atrapa la mazorca. Sufrió persecuciones y en 1849 decidió exiliarse en Valparaíso. Allí permanecería cinco años. Trabajó en la casa de comercio de Mariano E. de Sarratea, en donde ejerció como Apoderado General. En Chile, Federico conoció a un compatriota también exiliado: Domingo Faustino Valentín Quiroga Sarmiento. Se hicieron amigos íntimos.

El 15 de septiembre de 1851 se inició en la logia L’Etoile du Pacifique. El 27 de julio de 1853 fundó junto a Sarmiento y otros argentinos exiliados la Unión Fraternal, una nueva agrupación masónica. En 1855, de vuelta en Buenos Aires, organizó la Unión del Plata, donde hizo de tesorero entre 1857 y 1861. Se destacó en el ámbito francmasón y el Supremo Consejo del Uruguay le confirió el Grado 33. Con frecuencia viajaba como representante de las logias locales.

Después de la caída de Rosas, decidió retornar a su patria. En el trayecto contrajo viruela (por entonces incurable) y pidió a sus amigos que lo abandonaran en la cordillera de los Andes, para morir. Allí fue rescatado por un grupo de indios que lo curaron con plumas de cóndor, las cuales calentaban con fuego y las ubicaban en sus pústulas. Le salvaron la vida casi sin dejarle cicatrices. En Valparaíso, o más probablemente entre los indios, conoció a Eugenia de la Portilla, con quien tuvo una hija. Dos años después reapareció en Buenos Aires y se reintegró a la vida social.

En 1858 fue Diputado, cargo que repetiría en 1874. Fue Senador por la legislatura provincial, director del Banco de la Provincia de Buenos Aires y director del Ferrocarril del Oeste.

En 1860 integró las comisiones fundadoras del incipiente pueblo de Saladillo, siendo el más joven de todos. La influencia de Federico en el desarrollo de la localidad fue determinante. En la actualidad es una especie de prócer saladillense. Un pueblito ubicado a 17 kilómetros de Saladillo lleva su doble apellido.

El 17 de enero de 1861 compró la estancia Tres Bonetes al inglés Andrew Dick, que a su vez había comprado previamente la propiedad a Juan Manuel de Rosas. Tenía 29.000 hectáreas, donde arrendaban la tierra irlandeses, españoles, franceses y argentinos. Se cultivaba maíz y alfalfa, y albergaba más de 6.500 ovejas, 8.000 vacas y 250 caballos. Contaba con un bosque con olivos, castaños, nogales y más de 2.000 árboles frutales. Tiempo después mudó el casco a un sector apartado, en donde levantó La María Antonieta, en homenaje a la que sería su esposa. La parquización estuvo a cargo del francés Charles Thays.  Para entonces ya era un importante estanciero. En aquel tiempo, su amigo Sarmiento necesitaba un lugar donde vivir. Federico le obsequió entonces su islita en el Tigre, con una linda casa donde hoy funciona el Museo Sarmiento, actualmente protegido por un vidriado.

En el año 1868 volvió a vivir junto a su hermana Rufina Alais. El 11 de diciembre de 1871 se casó con Marie Antoinette Faix, una francesita rubia mucho más joven, con la cual ya había tenido una hija sin casarse. Era una bonita muchacha, muy apreciada por Rufina, que solía llamarla Mi linda cuñadita. Como era previsible, año tras año empezaron a venir los críos. Su sobrino Eugenio perdió al principal maestro en el arte de la calavereada. Vivían en Buenos Aires, pero pasaban no pocos días en la chacra La Campana de Esteban Echeverría. Del matrimonio surgieron seis hijos: Matilde Juliana (1869-1953), Federico (1873-1939), Ernesto, Sara Hilaria (1878-1916), María Luisa (1880-1968) y Esther Elena (1881-1948).

Federico Álvarez de Toledo (h) - Jorge LenziFederico Álvarez de Toledo, el primogénito de don Federico, no continuó la senda familiar y se dejó seducir por Hipólito Irigoyen, quien lo llevó a desclasarse. Primeramente se sumó a la Unión Cívica de la Juventud. Luego participó de la Revolución del Parque de 1890, con apenas 17 años. En 1904 asumió la intendencia de Saladillo, el pueblo donde había nacido y su padre era fundador. Era un ferviente irigoyenista y vecino de don Hipólito, que vivía en la cercana localidad de General Alvear, en su estancia El Quemado. Durante el primer período presidencial de Irigoyen, Federico ocuparía diferentes cargos. Entre 1916 y 1918 fue Ministro de Marina. El nombramiento cayó mal en los hombres principales de la fuerza, pues era un civil. En el ’18 fue enviado a Londres como embajador, cargo que años más tarde ocuparía en Francia, en reemplazo de quien sucedería a Irigoyen en 1922: Máximo Marcelo Torcuato de Alvear. Los conservadores tampoco se mostraron complacidos con la designación; lo consideraban un traidor por haberse sumado a la causa radical.

Federico Álvarez de Toledo, Caras y Caretas, 1923
Mención en Caras y Caretas

Ya de viejo, don Federico viviría en París, junto a su hermano Romualdo. Tenía su casa en el 32 de pent-Hieùre. Fue testigo en la partida de nacimiento de su sobrina nieta Rufina Cambaceres y en el acta matrimonial de los padres de la niña. Curiosamente, sobreviviría a todos los que participaron de esos acontecimientos, pues murió el 16 de agosto de 1923 a los 97 años de edad.

Cervecería Quilmes, 1900 - Revista La Mujer

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